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Polémica por demolición del edificio brutalista

El choque entre memoria arquitectónica y exigencias modernas ha dejado cicatrices urbanas: el debate no es solo sobre un edificio, sino sobre qué dejamos para las generaciones que vienen.
Polémica por demolición del edificio brutalista A pesar de las más de 5800 personas que firmaron una petición en línea organizada por la Paul Rudolph Heritage Foundation para convencer al propietario del edificio, United Therapeutics, de detener los trabajos de demolición debido a su importancia arquitectónica e histórica, está ha continuado.



Paul Rudolph concibió el Burroughs Wellcome Building entre 1969 y 1972 como una pieza contundente del brutalismo. Su presencia —maciza, expresiva, áspera— no era para “gustar”, sino para imponerse con autoridad estructural.

Cuando United Therapeutics obtuvo un permiso de demolición antes de que la petición pública circulara (más de 5,800 firmas), lo hizo bajo argumentos de inseguridad, obsolescencia funcional o ineficiencia. Aun así, el edificio poseía suficientes méritos para que muchos lo consideraran digno de preservación. Al final, solo una parte fue demolida, y el nuevo diseño promete respetar simbólicamente al pasado con un “vestíbulo Paul Rudolph” y conservar el nombre de los científicos Elion y Hitchings.

Este desenlace es paradigmático: gana el interés práctico, pero se concede una evocación simbólica del pasado. ¿Es ese legado simbólico suficiente? ¿Qué se pierde cuando solo perdura una memoria, no la estructura física?

United Therapeutics, ya contaba con un permiso de demolición, cuando se lanzó la petición, concluyendo que el edificio era "inseguro, no ambientalmente racional y funcionalmente obsoleto".
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El edificio se hizo famoso no solo por su polarizante apariencia brutalista, sino como un lugar donde los científicos fueron pioneros en el uso de drogas para prolongar la vida de los pacientes con VIH; fue rebautizado en honor a los químicos de investigación Gertrude Elion y George Hitchings después de recibir el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1988.

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Exterior Burroughs Welcome Building Tour RTP NC 9163

Los planes para un reemplazo aún no se han anunciado, pero United Therapeutics dice que recordará los legados de Elion, Hitchings y Rudolph: el nuevo edificio llevará el nombre de los dos científicos y contará con un vestíbulo Paul Rudolph.

El brutalismo: estilo duro, ideas suaves
Para comprender el dilema, vale recordar lo que pretende el brutalismo:

No es un accidente que “brutalismo” suene agresivo: viene de béton brut, el “hormigón crudo”.

Propone “honestidad de materiales”: estructuras expuestas, formas claras, volúmenes contundentes, sin ornamento superfluo.

Su aspereza visual lo vuelve polémico: muchas personas lo encuentran frío, impersonal o incluso amenazante.

Pero esa aspereza no es carencia estética: es lenguaje. Quiere decir algo con solidez, masa, presencia.

Ese lenguaje choca con sensibilidades más suaves o decorativas. Quienes lo defienden ven en él una estética valiente de la modernidad, una voluntad de dejar huella, no de ser amable con los ojos.

En la historia de la arquitectura, muchos estilos que hoy veneramos fueron rechazados en su momento. Lo que ahora parece radical puede, en un siglo, leerse como puente entre épocas.

Preservar brutalismos: criterios, dilemas y riesgos

Cuando un edificio brutalista envejece, recaen sobre él críticas que difícilmente enfrentan estilos más tradicionales:

Desgaste técnico severo: problemas de impermeabilización, carbonatación del hormigón armado, filtraciones, corrosión interna.

Desajuste funcional: los espacios interiores diseñados en los años 60–70 pueden no adaptarse a requerimientos energéticos, tecnológicas, accesibilidad modernas.

Costos de restauración elevados: muchas autoridades optan por demoler porque “sale más barato”.

Presión del mercado urbano: terrenos valiosos atraen proyectos de mayor densidad comercial o residencial.

Pero también hay argumentos fuertes para defenderlas:

Valor simbólico e histórico: representan concepciones urbanísticas y culturales de su época.

Argumento ambiental: demoler y construir de nuevo genera más huella de carbono que rehabilitar.

Memoria colectiva: perder un edificio así es perder un capítulo urbano, perder diálogo con el pasado.

La pregunta crucial: si permitimos que solo se conserven los edificios que “gustan hoy”, muchas obras controversiales —y potencialmente ricas— desaparecerán. Pero si protegemos todo, invertimos recursos desmesurados. La clave es filtrar: conservar ejemplos destacados que puedan dialogar con el presente y adaptarse al futuro.

El caso tunecino: Hôtel du Lac al filo del picacho

Un espejo contemporáneo al caso Rudolph:

El Hôtel du Lac en Túnez, concebido entre 1970 y 1973 por el italiano Raffaele Contigiani, es una pirámide invertida de hormigón con 10 plantas y 416 habitaciones, apoyada sobre 190 pilotes.

Su silueta es simbólica del modernismo poscolonial tunecino: ruptura con lo tradicional, aspiración internacional, mirada hacia el futuro del Norte de África.

En 2025, comenzaron los trabajos de demolición tras conseguir permisos. Se han levantado cercas de obra y desencadenado protestas.
archpaper.com

La empresa propietaria, LAFICO (fondo libio), dice que el edificio está en ruinas y debe reemplazarse por un hotel-lujo + centro comercial de 20 pisos, con el “concepto y forma” del original.

Críticos argumentan que ese nuevo proyecto maneja el patrimonio como un souvenir: mantiene algo de forma, pero borra la experiencia material del original.

Una frase lapidaria de opositores: “invertir y modernizar no significa demoler y borrar memoria colectiva y patrimonio arquitectónico.”

Este caso es revelador: Túnez experimenta las mismas tensiones que EE. UU., pero con un trasfondo de identidad nacional, colonialismo, modernización acelerada y urgencias urbanas particulares.

Hôtel du Lac Tunis

¿Serán comprendidos estos edificios en el futuro?
La historia de la arquitectura se mueve por fases de rechazo, olvido y revalorización. Algunas ideas:

En 50 o 100 años, muchas de estas estructuras podrían ser revaloradas como “medios mínimos de expresión modernista”.

Pero eso solo ocurrirá si quedan ejemplos suficientes para comparar, estudiar y mantener.

Si permitimos que desaparezcan por su “grosería estética”, perderemos pistas históricas, debates de forma, lenguajes construidos.

Al igual que hoy maravillamos de muros romanos o pabellones modernistas del siglo XIX, futuras generaciones podrían mirar un edificio brutalista y entenderlo como testimonio de una era contradictoria, dura, utópica.
Créditos del proyecto

Tipo: Oficina
Estado: Construido; Parcialmente demolido
Arquitecto: Paul Rudolph
Estructural: Lockwood-Greene Engineers, Inc.
MEP: Lockwood-Greene Engineers, Inc.
Sitio: Lockwood-Greene Engineers, Inc.
Contratista: Daniel Construction Company, Inc.
Subcontratista (s): Southern Elevator Company (Ascensores)
Fecha: 1969-1972
Área de Piso: 312 303 ft2
Altura: 74.62 pies
Pisos (sobre el suelo): 5
Costo de construcción: $ 10 millones de dólares



Texto y redacción equipo de colaboradores de BA.
Imagen principal Bradley T, (2012, Octubre 20), GSK Building, Attribution-NonCommercial 2.0 Generic (CC BY-NC 2.0), Citado de flic.kr/p/dpKUjV


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