Bioconstrucción, un regreso a los orígenes
A diferencia de las construcciones convencionales, las del arquitecto tafallés Iñaki Urkia no necesitan de cemento ni hierros, basta con madera, paja y barro.
Los materiales de construcción tienen un impacto en el medio ambiente en todas sus fases: extracción, transporte, procesamiento, despliegue, operación y final de vida y eliminación.
Este impacto afecta el medio ambiente y la salud de las personas y varía según las características de estos materiales y la forma en que se transforman, utilizan y descartan.
Las características de los materiales, que determinan su impacto en todas sus diferentes fases, se conocen como sus cualidades vitales o bióticas.
Existen materias primas existentes en la naturaleza que se han utilizado desde tiempos inmemoriales para hacer edificios, como arcilla, piedra, cal y madera, entre otros.
El lugar y el clima también han sido otros factores determinantes en la elección de cada material y las técnicas de construcción más adecuadas.
Sin embargo, con el paso del tiempo, estos materiales se han transformado gradualmente para mejorar su rendimiento técnico y de construcción, como el hierro, el aluminio, los subproductos industriales, los materiales sintéticos y los productos químicos entre los más importantes, y como resultado, sus características físicas y químicas y su estructura molecular también se han modificado.
“La bioconstrucción consiste en utilizar materiales naturales y locales, como la piedra, el adobe, la tierra, la paja o la madera”.
Así define el tafallés Iñaki Urkia esta rama de la arquitectura, de la que él es un gran representante y cuyo objetivo principal es cuidar el medio ambiente.
Este tipo de construcción nace de “la necesidad de salud”.
El origen está en Alemania y es más una cuestión médica, ya que mucha gente comienza a tener enfermedades que no sabían bien de dónde venían.
Tras hacer un análisis del aire de algunas casas se descubre que hay 50 veces más toxinas dentro que fuera de las viviendas.
“Así que se empiezan a usar materiales de construcción sin elementos patógenos”, explica Urkia.
No obstante, su interés por este tipo de arquitectura tiene otros orígenes.
“Me viene del grupo ecologista de Tafalla, hace unos 30 años. Estábamos muy sensibilizados con el tema ambiental, las energías renovables... Incluso escribimos un libro sobre esto que aún se vende, ‘Ecología renovable práctica’”.
“Además, es algo natural, mi padre era carpintero y siempre he estado muy en contacto con la naturaleza”, comenta Urkia.
Y es que, incluso antes de comenzar su carrera profesional, el tafallés ya estaba interesado en esto, ya que “mi proyecto de fin de carrera lo hice sobre esto”.
De cualquier forma, la conciencia y las necesidades de la sociedad han cambiado mucho desde entonces.
“Ahora es más fácil. Antes hablabas de no meter PVC en las ventanas y se cuestionaba. Pero ahora te lo demandan”, comenta Urkia.
Además, el arquitecto tafallés cada vez realiza más proyectos para “gente hipersensible a los productos tóxicos, que les provocan problemas de respiración”.
Según Urkia, este cambio social se debe a una cuestión de “conciencia y necesidad, ya que hemos construido con tanta carga de sustancias químicas que ahora hay que echar el freno y volver a lo de antes”.
Casas de paja
Uno de los elementos clave de la bioconstrucción son las casas de paja, unas edificaciones que utilizan materiales completamente naturales y respetuosos con el medio ambiente.
En países como Francia o Alemania esta práctica está muy extendida, ya que se trata de materiales muy asequibles y renovables.
“Cuando usas paja como material puedes hacer cosas sencillas, no grandes edificaciones. Extensas en planta, pero con poca altura”, apunta Urkia.
No obstante, este problema se soluciona fácilmente con las construcciones con paneles de madera rellenos de paja.
“Una de las ventajas de este tipo de construcciones con paja es el aislamiento térmico tan grande que posee la casa”, señala.
Además, Urkia explica que como las casas de paja son muy similares a las passive house (un tipo de edificaciones que aprovechan las condiciones climáticas para minimizar el uso de sistemas convencionales de calefacción y refrigeración), “nosotros solemos bromear diciendo que son paji house (paji casa)”.
Además, este tipo de edificaciones “tienen una huella ecológica muy pequeñita y en lugar de ser emisoras de CO2 actúan como un sumidero”.
En cuanto al precio, estas edificaciones también se imponen a las convencionales, ya que son más baratas.
“Si se hace con un proceso de autoconstrucción y no se cuentan las horas de trabajo es muy barato. Por ejemplo, aquí en el parque de los sentidos de Noáin, rondan los 100 euros por metro cuadrado. Pero si se mira la mano de obra sale por unos 400 o 500 euros el metro cuadrado.
“En el caso de que sea una construcción grande, y con todos los requerimientos, el precio puede llegar hasta los 800 euros por metro cuadrado. Pero, incluso así, sigue siendo inferior a los, aproximadamente, 1,000 euros por metro cuadrado, que cuesta construir una vivienda convencional”, explica Urkia.
Estas construcciones, al igual que las convencionales, deben respetar una serie de normativas y superar unos permisos.
“Uno de los mayores miedos que surgen cuando se piensa en estas casas son los incendios. Pero, recientemente, se llevó a cabo un estudio de la paja de un edificio de paja y barro público y salió una resistencia al fuego de 120 minutos”, apunta el arquitecto.
Otro de los sueños cumplidos por el bioarquitecto es la construcción de una ecoaldea en un pueblo navarro llamado Biguezal.
Esta comunidad fue construida con llantas usadas como cimientos, y que soportan los muros conformados por pacas de paja que se recubren con una capa de barro. Posteriormente, todo se recubre con madera.
Actualmente, además de vivir en la ecoaldea, Urkia imparte cursos para que más personas pueden construirse sus casas de paja.
Así, Iñaki Urkia ha creado una arquitectura arraigada al terreno, con técnicas naturales, para conformar una nueva manera de vivir.
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