El rascacielos de vidrio, ¿en vías de extinción por el cambio climático?
Primero fue en Nueva York, ahora en Londres: autoridades analizan prohibir la construcción de torres de vidrio debido a su impacto negativo en el medio ambiente.
En abril de este año, Bill Diblasio, el alcalde de Nueva York, declaró que se analizaba la prohibición de rascacielos de vidrio porque son “increíblemente ineficientes”.
Si la industria de la construcción es señalada como una de las que más contaminan en todo el mundo, la estructura insignia de la arquitectura moderna y estadounidense, el rascacielos, provoca graves daños al medio ambiente por el uso de aire acondicionado y el efecto de invernadero que conllevan tantos metros cuadrados de vidrio.
Los planes de Diblasio también involucran a los edificios ya construidos, pues, de ser aprobada su iniciativa, todos deberán modernizarse “para cumplir con nuevas pautas de emisiones de carbono más estrictas”.
La idea del alcalde forma parte de un ambicioso plan verde para Nueva York, que entre otras medidas contempla usar fuentes de electricidad limpias como la energía hidroeléctrica canadiense, el reciclaje obligatorio de productos orgánicos, prohibición de bolsas y todo tipo de envase de plástico y la carne procesada.
Ahora, en Londres, autoridades de la city hacen eco a la idea de Diblasio.
Desde hace algunos años, el skyline londinense se ha transformado, y de ser una ciudad más bien baja, los rascacielos compiten entre sí por ser los más elevados.
De acuerdo con Simon Sturgis, asesor del gobierno y la Autoridad del Gran Londres, y presidente del Royal Institute of Grupo de sostenibilidad de British Architects, “si un edificio usa fachadas de vidrio estándar, necesita mucha energía para enfriarlas, y usar mucha energía equivale a muchas emisiones de carbono”.
El uso de grandes superficies de vidrio es, desde hace muchos años, una medida lógica para levantar altas estructuras, pues reducen el peso total y crean espectaculares vistas tanto para quienes las observan como para quienes las habitan.
Desde su creación, los rascacielos de vidrio muy pronto demostraron que sin aire acondicionado se convertían en hornos al estar sellados, haciendo imposible trabajar en esas condiciones.
Otro serio problema era la condensación de la humedad, lo que empañaba los cristales. Por ello se usa aire acondicionado.
La Agencia Internacional de Energía estima que alrededor del 40% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono provienen de la construcción, calefacción, refrigeración y demolición de edificios.
El uso del aire acondicionado se ha duplicado desde el año 2000, lo que representa aproximadamente el 14% de todo el uso de energía actual.
Con las condiciones actuales del cambio climático, incluso en lugares que se consideraban fríos o templados como Londres, fuertes ondas de calor hacen necesario que los equipos de aire acondicionado funcionen a toda su capacidad. Este fenómeno está ocurriendo en todo el mundo.
Más uso de aire acondicionado= mayor huella de carbono.
En tanto se decide la prohibición de los rascacielos de vidrio o no (en Nueva York la propuesta quedó en suspenso), en Londres, el próximo año, será obligatorio que las empresas constructoras “evalúen el uso de energía de un edificio durante todo su ciclo de vida”.
La tecnología actual ha creado vidrios “inteligentes”, que bloquean la luz o capaces de generar electricidad, como pasa en el edificio Edge, en Ámsterdam.
Sin embargo, estas ventanas no están presentes en todas las fachadas porque requieren de una orientación precisa. Además, son caros de fabricar y... su fabricación deja una importante huella de carbono al no poder reciclarse.
Para Simon Wyatt, socio de Cundall, una empresa de ingeniería, y miembro del comité del Consejo de Construcción Ecológica del Reino Unido, la solución sería usar fachadas de triple acristalamiento, “pero el vidrio laminado no dura mucho tiempo, aproximadamente 40 años. Reemplazar la fachada cada 40 años, tampoco es una muy buena idea”.
¿Están a punto de extinguirse los rascacielos que tanto nos fascinan?
Con información de The New York Times y The Guardian.
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