Un arte con muchas dimensiones
Las imágenes de Dionisio González evocan un homenaje a aquellos que creyeron en formas alternativas de vida.
En los años 70, se apostaba por la utopía. Aunque se cometieron errores, algunos graves, se buscaban e ideaban nuevas formas de vida. Con el tiempo, muchos artistas y pensadores abandonaron ese esfuerzo. No se retiraron a la inactividad, sino que comenzaron a cultivar un producto exitoso: el entretenimiento.
Entre estos proyectos utópicos se encontraba la creación de una nueva ciudad. Un pensador ya veterano, Henri Lefevbre, trabajó en esta dirección: desde "El derecho a la ciudad" hasta "La producción del espacio". En contraste con las ciudades diseñadas desde el productivismo industrial o un Estado que llenaba espacios para proporcionar viviendas, Lefebvre proponía lugares más equilibrados, impulsados por la acción ciudadana y respetuosos con el medio ambiente y el patrimonio cultural. Su pensamiento conectaba con inquietudes de décadas anteriores (años 20 y 30: Le Corbusier; Gropius y
van der Rohe; El Lissitzki; Van Doesburg y Van Esteren), y con las de los años 60, como las de Yona Friedman. En esta perspectiva utópica se sitúan las indagaciones reflejadas en las imágenes de
Dionisio González (Gijón, 1965).
La cibernética ha transformado muchas cosas en la fotografía. Las categorías de Rosalind Krauss, la huella (de luz) y el recorte (selección del fotógrafo), son superadas por las posibilidades que ofrece la imagen virtual. Algunos fotógrafos intervienen sus fotos, uniendo diversos fragmentos en una sola imagen, alterando la profundidad o los ritmos visuales. Ven la fotografía como emulación de la pintura, aunque de manera diferente al antiguo pictorialismo. Las obras de Dionisio González, más que competir con la pintura, dialogan con la arquitectura. En una serie, presenta imágenes fotográficas de edificios que Le Corbusier ideó pero nunca construyó. Partiendo de los proyectos del arquitecto suizo, González los recrea mediante procesos informáticos, resultando en fotos que son la culminación de un largo trabajo con imágenes virtuales.
En las series tituladas "Transferencias" (imágenes en color), González sigue un proceso similar al descrito. Similar porque hay una diferencia: los proyectos no son históricos, es decir, de arquitectos que no lograron realizarlos, sino ideados por el propio González. En su trabajo, mantiene los valores mencionados al inicio: las edificaciones que propone apuntan a un nuevo modo de vida, buscan una relación distinta con el medio natural y conciben la vivienda como una extensión del cuerpo y su capacidad de acción.
Las características de estas construcciones son variadas. Algunas se articulan en volúmenes independientes, en otras predomina el plano, hay organizadas en formas oblicuas y no faltan las elevadas del suelo, como las pensadas por Friedman o Lissitzki. Cada una de ellas establece así una relación diferente con el entorno.
González avanza más e idea dos viviendas: nunca existieron, pero se ajustan a las ideas de Marcel Breuer y Erich Mendelsohn, que el autor ha estudiado bien. Las imágenes fotográficas de ambas reflejan estas ideas. En un espacio complementario, sus maquetas y sus imágenes holográficas en tres dimensiones añaden otra capa de profundidad. Con la holografía, González también crea imágenes de notables arquitectos que hablan sobre estos edificios inexistentes: debieron visitarlos a juzgar por las fotos y documentos que se ofrecen.
Las obras se mueven así entre la realidad y la ficción. Evocan el célebre trabajo de Orson Welles, "F for Fake" (Fraude, en el título en España), una reflexión sobre la impostura necesaria en cualquier obra, desde que el arte se separó de la magia. Surge casi sin querer otro recuerdo: el de Josep Torres Campalans, el pintor que nunca existió pero cobró vida y obras en la prosa de Max Aub. Desde esta perspectiva, a la impostura del arte se une la idea del autor y la obra desconocidos: nunca existieron, pero pudieron ser.
Las imágenes, entonces, reúnen muchas y diversas dimensiones: una llamada a la utopía, un homenaje a quienes creyeron en otros modos de vida, un estímulo a la imaginación, una reflexión sobre aspectos del arte que a menudo se olvidan.
No falta la atención a la naturaleza, pero desde una doble perspectiva. Los edificios buscan un contacto con la naturaleza que una, como dijeron Carus y Simmel, inteligencia y emoción. Pero la construcción más futurista carece de futuro. Siempre está amenazada por la erosión, como la naturaleza, pero ésta renueva continuamente su vigor. Ese contraste se refleja en "Interacciones", una serie que González ha trabajado desde hace tiempo.
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