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La arquitectura en el cine puede expresar un sinfín de simbolismos; la alienación urbana puede ser el escenario en que ocurre la acción o ser la protagonista en secuencias silenciosas pero altamente significativas.
Con sus niveles, curvas, formas y dimensiones, la arquitectura contrasta con la figura humana, puede crear visiones del poder y fragilidad, mostrar sentimientos de decadencia o de grandeza, de un futuro pulsante o un pasado que se desvanece, también puede ser un espejo de la condición de una sociedad.
Las implicaciones metafóricas y sociales de un paisaje arquitectónico particular son inigualables y fácilmente pueden ser exploradas por el cine en secuencias puramente visuales.
En esta serie de artículos presentamos películas en las que la arquitectura es un actor importante, y que todo amante de la arquitectura y el cine debe ver.
Se trata de la primera película filmada en color por Antonioni. En ella retrata la vida de Giuliana, quien después de un choque automovilístico queda aislada de su entorno, como en un desierto.
Desierto rojo es uno de los mejores ejemplos de cine de la enajenación. En este caso, una planta petroquímica en el puerto de Rávena, el ruido ensordecedor que ahí se produce, el humo; los tonos grises y los rojos que predominan en la película son los antecedentes de una historia psicológica de la depresión, la naturaleza del dolor y la naturaleza de la existencia.
Michelangelo Antonioni inspiró a los grandes directores asiáticos que exploraron el Oscuro Materialismo, la corrupción de los materiales, de la arquitectura, de Tsai Ming Liang a Wang Bing.
Los colores que predominan en el paisaje industrial están muy saturados: amarillos, verdes y marrones, que crean un escenario de ensueño y nauseabundo a la vez con toques de psicodelia.
Los protagonistas viven un conflicto entre la existencia materialista y determinista que parece estar conectado con su entorno.
Su decadencia moral se hace evidente a través de la posición de niebla y las construcciones ominosas que escasamente dominan el mundo como un jurado de hierro.
Antonioni, al ser un maestro, también ofrece al espectador la visión opuesta, una visión casi primitiva de la vida sin restricciones, como el fluido de la pura posibilidad, cuando los personajes pasan algún tiempo en una idílica playa.