El secreto de las edificaciones que no se cayeron durante el terremoto de Ecuador de 2016
Explora las lecciones del terremoto de 2016 en Ecuador: un análisis de cómo las diferencias en prácticas de construcción y cumplimiento de normas determinaron la supervivencia de estructuras. Este artículo ofrece una mirada retrospectiva a la respuesta arquitectónica frente a desastres naturales, destacando casos de éxito y fallos críticos. (Jue, 11 Abr 2024)
El
terremoto que azotó Ecuador en abril de 2016 dejó una huella indeleble en el paisaje y en la memoria de su gente.
Tras sus visitas a las zonas afectadas por el terremoto de abril de 2016, el entonces presidente Rafael Correa aceptó que muchos edificios en Ecuador se habían derrumbado por mala edificación. Esta catástrofe puso de manifiesto las deficiencias estructurales que aún persisten en el país.
Recordando los
sismos previos de Chile y Haití, Correa destacó que, a raíz de esos eventos, Ecuador había incorporado normas de construcción considerablemente más fuertes, dando origen a la Norma Ecuatoriana de Construcción (NEC). Sin embargo, años después del terremoto de 2016, el ingeniero estructural Fabián Carrasco señaló que, aunque la norma ecuatoriana es buena, en la práctica ni los códigos ni las normas se cumplen efectivamente en el país.
Los permisos de construcción varían significativamente, dependiendo de cada ayuntamiento. Carrasco criticó la falta de una supervisión constante durante el proceso de construcción, lo cual contribuye a las irregularidades en el cumplimiento de las normativas. Enrique García, otro experto en el tema, resaltó la informalidad, la carencia de control de calidad de los materiales y la ausencia de diseños sísmicos adecuados como factores críticos en el panorama de la construcción ecuatoriana.
En un recorrido por las zonas perjudicadas, realizado varios meses después del sismo, BBC Mundo acompañó a un arquitecto para evaluar los fallos de los edificios colapsados frente a las construcciones que resistieron:
Primera parada: Manta
El puerto más importante de Ecuador presentó un aspecto desolador, con edificios simbólicos en estado inútil, mas para un ingeniero estructural, lo importante no es si un inmueble padece daños irreparables o bien no: lo esencial es que no se derrumbe y se lleve vidas en su caída.
Esto ocurrió con múltiples casas de Manta que sencillamente cayeron sobre sí o se inclinaron violentamente dado a que las cimentaciones no pudieron aguantar a las plantas superiores.
Al detenerse frente a 2 de estas construcciones -una vivienda particular y un local comercial- y consultar al arquitecto Fausto Cardoso comentó de las posibles causas del colapso.
(Este local sufrió la caída de los pisos superiores.)
(Una buena estructura debe evitar el colapso del inmueble, en contraste a lo que sucedió con esta casa.)
"A primera vista hay un peso muy grande en la parte superior y las estructuras no son suficientemente sólidas para sostenerla. El sentido común en zonas sísmicas señala que los elementos más pesados han de estar abajo y conforme vas elevando la construcción debes ir aligerando el peso", comenta Cardoso.
"Aquí vemos lo contrario: se colocan losetas de hormigón arriba y estructuras débiles abajo, en el medio columnas pequeñas que cumplen una función estética y no soportante. Se gasta mucho en los ornamentos del edificio, pero se descuida la seguridad".
El otro elemento clave es el uso adecuado de los materiales: una buena cantidad de hierro para la cohesión de la estructura y el empleo de arena de minas o bien ríos, jamás de mar.
(La cantidad de hierro empleado, su grosor y el hecho de que sea corrugado o llano puede determinar la supervivencia o no de la estructura.)
Mas al oír este último dato, muchos de los vecinos de la casa derrumbada apuntaron que la mayor parte de las casas de Manta conseguían su arena de las playas.
"La arena del mar no es buena para edificar dado a que la sal daña el concreto y acaba corroyendo el hierro", responde el arquitecto.
Entre los tertulianos que observaba las construcciones caídas, Julio Bermúdez, opina a partir de su experiencia como trabajador de la construcción que en Ecuador se edifica sin técnica.
"Igual este terremoto en cualquier una parte del planeta te tiraba casas abajo, mas hay casas que soportaron por el hecho de que las edificaron de forma más consciente.
Bastantes personas, para ahorrar dinero, ahorran materiales. O bien son inescrupulosos los maestros contratistas y ponen materiales de menor calidad. Eso no es sólo en Manta, sino más bien en todo el Ecuador".
Segunda parada: Bahía de Caráquez
A la entrada al malecón de esta ciudad ribereña encontraron una casa antigua que estaba a punto de ser declarada bien patrimonial y todavía se mantiene de pie. ¿Sus materiales? Madera y caña.
(La vieja casa debe tener entre 80 y 100 años.)
(Sus materiales livianos la mantuvieron en pie pero asimismo cooperó el buen trabajo elaborado en madera.)
"Cada lugar desarrolla una tecnología de acuerdo con el material que tiene. Estos elementos tienen la ventaja de ser muy livianos. Se mueven con el sismo y regresan a su posición inicial, disipando la energía", señala el arquitecto Cardoso que al ser también restaurador, siente pasión por las antiguas técnicas de edificación.
Por eso se lamentó al ver cómo, a pocas cuadras, el derrumbe de una vivienda de concreto, afectó paredes de casas de madera vecinas.
Para el arquitecto, no hay que tampoco "satanizar" el cemento, ya que toda tecnología se puede utilizar de forma responsable. Pone como ejemplo entonces el Museo de Bahía de Caráquez, cuya fachada sufrió daños pero su estructura se mantuvo intacta.
(El museo de Bahía de Caráquez resultó seriamente dañado pero no colapsó.)
Cardoso estimó que la informalidad en la construcción va a seguir cuando se olviden los efectos del sismo, con lo que -en su opinión- el Estado debería estimular el regreso a la construcción vernácula, con materiales propios de la zona, en lugar de permitir peligrosas edificaciones en cemento de múltiples pisos que no cumplen con las reglas convenientes.
Tercera parada: San Vicente
En ese lugar, una construcción llamó la atención del arquitecto técnico. De ella salen hierros como chorros de agua expulsados por una fuente. Cardoso los llama "los hierros de la esperanza".
"Es tanto un fenómeno ecuatoriano como latinoamericano. La gente comienza una obra con la esperanza de agregar nuevos pisos en el futuro".
(Los hierros “de la esperanza” se oxidan en las zonas ribereñas.)
"Entonces edifican los cimientos con una pequeña estructura de concreto, cierran los muros, funden una losa en la primera planta para utilizarla como cubierta y lanzan un sistema de hierros para unirse a los futuros pisos".
El inconveniente es que en la costa, la brisa marina oxida los hierros, dañando la mayor conexión que van a tener esas diferentes plantas en el futuro.
"Si a esto sumamos los inconvenientes de la calidad del material y las sales que entran en el concreto al utilizar arena de mar, entonces creamos un coctail de arquitectura tremendamente peligroso cuando hay un peligro sísmico", concluyó Cardoso.
Cuarta parada: Canoa
Al ingresar entre los centros turísticos por excelencia de la costa ecuatoriana, la primera reacción de los viajantes fue revisar el estado de la edificación hotelera, puesto que de ello depende el futuro de Canoa.
En este censo improvisado de hoteles, entre los primeros destinos presenta una postal muy poco optimista: el Royal Pacific perdió toda la planta baja debido al colapso de su estructura ocasionando, conforme dice un vecino que vive en frente, la muerte de seis personas.
"No podemos saber con absoluta seguridad qué ocurrió. Se aprecia que hay mucho hierro, pero el hierro y el concreto no trabajaron juntos. La construcción se cayó sobre sí mismo, la estructura se sostuvo mas la base no resistió", señaló Cardoso.
El Royal Pacific recuerda en su caída al tradicional juego para videoconsolas del Tetris, en el que las piezas desaparecían al llegar a la superficie. La primera planta ha sido totalmente aplastada por los pisos de arriba.
Mas a dos cuadras de este hotel se levanta otro que no presenta fisuras, tal y como si la estructura no se hubiera enterado de que hubo un sismo o bien el sismo hubiese escogido perdonarle la vida.
Los dueños del Amalur son dos españoles, Diego San José y Lorena Colorado, y el secreto de su éxito no tiene secretos.
"Nosotros nos tardamos un par de meses en los cimientos, otros se apuran para empezar lo más pronto con el negocio y no hacen una buena cimentación", afirma Diego.
"Mucha gente utiliza arena de la playa y es salina y se va comiendo el hierro. Nosotros utilizamos arena del río, lavada y tamizada. Mira el tamaño de nuestras columnas. Y solo hemos levantado un piso. La base del hotel es de concreto y la una parte de arriba es madera y bambú", delimita Lorena.
La descripción de lo que ocurría con algunas construcciones en Canoa que exponen los dos es desoladora: "Aquí presentaban el plano de un piso y después edificaban cinco y absolutamente nadie se daba cuenta. Había edificios que creías que se iban a caer sin precisar un terremoto. Un día que soplase un tanto de viento se iban a caer".
Esto pese a que en 1998 hubo un sismo que afectó Bahía de Caráquez y Canoa.
Si bien el presidente Correa expresó su deseo de que se aprenda la lección "de esta dolorosísima experiencia", el especialista en daños sísmicos Enrique García no es muy optimista.
"En el 2008 hubo un congreso en Bahía de Caráquez para determinar qué habíamos aprendido del sismo del 98 y mira lo que pasó ahora. Se marchan a tomar ciertas medidas pero yo creo que esto en un año se olvida".
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