Arquitectura con latas
Un profesor de la Universidad de Talca, en Chile, seleccionó un material de deshecho para que sus alumnos construyeran pabellones espectaculares.
Se les conoce como las 3R: Reducir Reutilizar y Reciclar. En nuestra época existen una serie de materiales que sólo se usan una vez y terminan en la basura, creando graves problemas ambientales. Es el caso de las latas de aluminio que, si se utilizan bien, pueden funcionar como un material para la construcción.
El arquitecto chileno Juan Román es egresado de la Universidad de Valparaíso (Chile, 1983) con una Maestría en Desarrollo Urbano por la Universidad Politécnica de Cataluña (España, 2005) y Doctor en Arquitectura y Patrimonio por la Universidad de Sevilla (España, 2015). En 1998 formó parte del grupo de fundadores de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca, en donde imparte clases.
Uno de sus cursos trata, precisamente, sobre el aprovechamiento de aquellos materiales considerados de deshecho. Así que durante un curso, convocó a sus alumnos a crear arquitectura con latas.
Entre los proyectos más destacados se encuentra el de Luis Calquín Parraguez. Para darle forma a su pabellón, junto con voluntarios, Calquín reunió 10,000 latas de aluminio en buenas condiciones. Este proceso duró 5 días. Luego vino un proceso de corrección, limpieza y compresión durante tres semanas. Con las latas comprimidas llegó la fase de perforar cada una: 8 perforaciones en total, 4 en la parte superior y 4 en la inferior, para crear posteriormente el “tejido” del pabellón.
Para dar forma al tejido se diseñaron 2 tipologías de piezas, unas para los cruces en la parte superior y otras en la inferior para una mayor fricción y mayor rigidez.
Por cada pieza comprimida, el tejido usa 4 piezas de unión, dos de cada tipología (40,000 piezas en total) elaboradas con mangueras de plástico de 7 milímetros de diámetro. Así se comenzó el tejido de las latas y las mangueras para crear 102 hileras.
En total, desde la recolección de las latas y los siguientes proceso, se tomaron 8 meses para finalizar las 102 hileras, por lo que comenzó el trazado del proyecto, y la construcción de 18 cimientos prefabricados de concreto, cada uno con un tubo de 20 milímetros de diámetro y 2 espesor para el anclaje de los arcos.
Luego, con los arcos construidos con varillas de 16 milímetros, empezó el proceso de montar las hileras, creándose “un manto versátil”, que lo mismo puede utilizarse para descansar bajo la sombra, o como sitio de reunión.
El resultado fue un pabellón que cambió la imagen de la localidad donde se construyó, demostrado que un material de deshecho bien usado tiene la capacidad de transformar un sitio específico.
Si la arquitectura sirve para modificar el espacio que habitamos, los materiales a usar, aunque se obtengan de un tiradero de basura, cuando se usan con ingenio pueden maravillarnos y contribuir a la
ecología y protección del medio ambiente.
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