La vivienda oculta en el bosque
Casa Levene, diseñada por Eduardo Arroyo, es uno de los diseños arquitectónicos más alabados en España en los últimos años. El imponente bosque de pinos debía permanecer intacto, por lo que la casa fue diseñada alrededor de los árboles.
Construida en el entorno privilegiado de la cordillera de
Madrid, se encuentra en la parte más alta de San Lorenzo del Escorial, a 45 minutos en coche de Madrid.
Dado que la
casa Levene es una casa unifamiliar separada, tiene una orientación de 360 grados.
La distribución se organiza de manera que la sala de estar, el estudio, la cocina, la piscina y varios dormitorios reciban el sol del mediodía.
La casa está soleada todo el día durante todo el año y recibe luz solar durante el verano, lo que hace que la piscina sea el centro de atención.
Su fachada, inundada de luz desde la mañana, protege del frío durante el invierno y permite una vista clara del majestuoso Monasterio sobre los bosques circundantes.
La casa fue galardonada con el premio Brit Museum 2008 y también se presentó en el museo MOMA en 2006.
El diseño de la casa conserva todos los árboles preexistentes en el terreno, adaptándose a los requisitos urbanos y las características topográficas.
Se crea una geometría no cartesiana donde las irregularidades del terreno dan origen a los niveles divididos de la casa. Su diseño exclusivo espacial y lumínico la convierte en una casa única.
Sus paredes de piedra y vidrio se transforman para acomodar la casa entre los árboles en busca de sombra y funcionalidad para cada una de sus áreas.
Una vez dentro, sus pisos de resina, paredes y techos incorporan placas de madera que permiten la presencia abstracta de los bosques que mezclan la casa con el exterior.
Para la concepción de esta vivienda los arquitectos se hicieron preguntaron si serían capaces de construir algo respetando al máximo la naturaleza existente evitando hablar de sostenibilidad, energías alternativas o ecología como barniz de contemporaneidad y corrección política.
Quizás se trate al final de aprovechar al máximo las cualidades de la naturaleza que se nos ofrecen y atender a un mínimo impacto sobre ella hemos pensado que un buen comienzo puede ser que la traza volumétrica del edificio se adapte al arbolado existente dejando que la misma plantación arbórea elija la manera de ser vivida.
Planta
Como arranque de nuestro proceso de trabajo hemos reconocido las agrupaciones de árboles que funcionan en conjunto dentro del bosque y, claro, lo que queda fuera de ellas nos permitimos llamarlo el antibosque o vacío susceptible de ser construido sin tener que eliminar árboles.
Sobre este vacío se genera una geometría plana que evita los troncos y a la que se va dotando de alturas desde el suelo existente e inclinaciones de planos de cubierta que nos permite la normativa urbanística.
Planta
Esta operación aparece en el proceso como de una enorme complejidad por lo que nos vemos obligados a ejecutar múltiples ensayos hasta aparecer la solución que cumple todos los parámetros en todos los puntos de la volumetría final.
Aparece así una geometría no cartesiana con un volumen facetado que se adapta a las condiciones topográficas y a las demandas urbanísticas y al mismo tiempo nos incita a resolver el programa de vivienda en un espacio excitante.
Esquemas
La geometría será por tanto la que vaya definiendo y descubriendo las maneras de vivir los espacios y su relación con el paisaje exterior, una fructífera y sorpresiva relación entre un bosque y una normativa estricta.
Las circunstancias vitales del propietario hacen que la configuración y uso de la vivienda no se puedan pensar en clave tradicional, siendo necesario generar espacios que se adapten en tiempos y programas a las peculiaridades vitales del dueño.
Corte
De esta manera vamos definiendo las posibilidades que nos ofrece la geometría creada estudiando el espacio en lo que denominamos “brazos especializados” albergando cada uno de ellos un programa específico con una resolución espacial particularizada.
Los desniveles del terreno nos van aproximando a una manera de entender la vivienda en saltos de media planta que nos permiten controlar la división del interior en dos viviendas dentro de la misma.
Por un lado, en la planta más alta con acceso independiente localizamos las habitaciones temporales de los hijos (dos brazos) asociadas a una sala de juegos (un brazo) y el acceso principal de la vivienda.
El resto del volumen sigue un desarrollo sucesivo de privacidad a medida que descendemos en altura, primero con el salón-bar y la sala de proyecciones-estudio (un brazo) y en la planta inmediatamente inferior un programa lúdico de piscina interior climatizada (un brazo), otro de cocina-comedor-uso comodín (un brazo) y una gran terraza exterior cubierta (un brazo).
Bajando al último nivel descubriremos el dormitorio principal con sus aseos (un brazo), un gimnasio-habitación comodín y la sauna (un brazo). Cada uno de estos brazos responde en su interior a condiciones de relación con el bosque y condiciones de privacidad y ocultamiento necesarias en cada caso regalándonos la geometría descubierta la diversidad espacial de cada uno de ellos.
Arquitecto: NO.MAD
Ubicación: San Lorenzo de El Escorial, Madrid,
España
Arquitectos a Cargo: Eduardo Arroyo
Arquitecto Técnico: Carlos Coscollano
Colaboradores: Francesco Monaco, Javier Tamer Elshiekh, Cristina Fidalgo
Estructuras: Joaquín Antuña
Área: 400.0 m2
Año: 2006
Fotografía: Roland Halbe
NO.MAD
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